( Fotos de los personajes en la barra de gadgets de la izquierda <-------- )
Me llamo Caroline Greene. Tengo 16 años. Se podría decir que soy completamente normal.
Observaba caer la nieve por la ventana. Las clases se habían cancelado debido a la gran cantidad de nieve que hay, así que estaba encerrada en mi casa. Noté un ligero temblor en mi colgante, pero pensé que serían imaginaciones mías. Seguía observando como la nieve caía, como los niños hacían muñecos de nieve. A veces tenía ganas de ser otra vez una niña por ese tipo de cosas. Pero ya tenía 16 años, por mucho que me costara admitirlo. Me toqué el colgante. Era una simple cadenita plateada con dos diminutos colgantes: un rayo y una media luna. Nunca he sabido qué significan, ni desde cuando llevo ese colgante: sólo sé que debo llevarlo por mi propio bien.
Estaba sentada al lado de la ventana, entre un montón de mantas. Cada vez me costaba más ver con claridad los copos de nieve, sentía como todo se difuminaba ante mi ojos. No entendía que estaba pasando, pero permanecí quieta. Lo único que vi antes de desvanecerme fue como el rayo de mi colgante se iluminaba y desprendía un haz de luz azul.
Estaba sentada en el suelo. Ya no estaba en mi habitación, sino en un suelo lleno de piedrecitas. Ya no nevaba, el sol brillaba en todo su esplendor. Me levanté, y no podía creer lo que veían mis ojos: era la Antigua Grecia, los mares de aguas azules cristalinas, sirenas, minotauros y dioses del Olimpo. Había un gran templo ante mí de columnas de piedra blancas, tal y como los describían en mis libros de Historia. La gente caminaba a mi alrededor, sí, esa gente que lleva túnicas blancas y sandalias de esparto; era como estar dentro de un libro. No entendía nada de lo que estaba pasando, pero me levanté y caminé hacia el templo.
Cuando ya estaba cerca de las escaleras, noté como algo o alguien se abalanzaba sobre mí y me tiraba al suelo. Levanté la mirada, y era un chico rubio de unos cuantos años más que yo.
-Perdona. ¿Estás bien?- dijo preocupado.
Me levanté y le miré. Aquellos ojos azules no eran comparables con las descripciones que hacían de ellos en los libros de Historia: eran los auténticos ojos de un dios. Un dios... Eso significaba que él era...
-Me llamo Apolo. Supongo que ya me conocerás por los libros de Historia o lo que sea que hagáis ahí fuera.- dijo entre risas.
-Sé quien eres. Yo soy Caroline, y no sé exactamente porque estoy aquí.-contesté.
-Ah... Creo que puedo ayudarte. Ven conmigo. -dijo con una sonrisa.
Me iría al fin del mundo si hiciera falta con él. Menudo polvazo tiene.
Entramos dentro del templo. Caminamos por unos pasillos hasta llegar a una gran sala blanca, donde todos los dioses estaban sentados alrededor del rey de los dioses: Zeus. Detrás estaban de pie varias filas de chicos y chicas de mi edad, sin saber muy bien que hacer.
-Bueno, ponte ahí y espera a que te llamen.Suerte.-dijo sin más, yendo a ocupar su sitio.
Me puse al lado de todos los demás, visiblemente nerviosa y con un montón de preguntas en la cabeza. ¿Qué estaba haciendo allí? ¿Acaba de hablar con el dios Apolo? ¿Qué hacían todos esos dioses sentados en círculo como si estuvieran en una secta?
Zeus se levantó, levantando de su sitio su larga túnica blanca. Nos miró un poco, y después empezó a hablar.
-Damas y caballeros, habéis sido escogidos de una rigurosa selección para proteger al Olimpo y todos los que lo habitan. Para ser más exactos, sois los famosos protectores del Olimpo. Son tiempos difíciles, y no podíamos arriesgarnos a dejar todo nuestro mundo a su suerte. De vosotros depende que esta etapa histórica viva, o de lo contrario, muera para siempre.
Empezaron a oírse murmullos a mi alrededor y exclamaciones de asombro. El alboroto fue creciendo cada vez más y más hasta que sólo se nos oía a nosotros en todo el templo.
-¡Silencio! Tal escándalo no es digno del Olimpo, muchachos. Ese colgante con un rayo, que representa mi poder, y una media luna, que indica que siempre que miréis la luna, estéis donde estéis, sabréis cual es vuestro objetivo, lo lleváis desde que nacisteis y lo llevaréis hasta que los dioses dicten lo contrario. Cada vez que os necesitemos, simplemente os esfumaréis y apareceréis aquí.
-¿Y si desaparecemos en medio de una clase?-preguntó una chica pelirroja.
-Nos encargaremos de borrar la memoria a todo aquel que haya presenciado la desaparición. ¿Más preguntas?-dijo Zeus.
Se hizo el silencio en el Olimpo. Durante un segundo, la mirada de Zeus se posó en la mía, y vi algo familiar en sus ojos, algo que me recordaba a casa, algo que me reconfortaba hasta la última parte de mi cuerpo. No sé porque, pero sentí un escalofrío y una sensación que no había experimentado hasta el momento.
-Doy por concluída la primera reunión de los Protectores del Olimpo.-dijo Zeus.
Todo era confuso a mi alrededor, la voz de Zeus se apagaba cada vez más. Todo se difuminaba ante mis ojos, antes de sumirme en una oscuridad absoluta.
1 comentario:
Me has dejado con la intriga, asjldfasdfs. Sube pronto el siguiente, éste está bastante bien :33
Besis!
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